martes, 30 de mayo de 2017

Análisis y significado de VERGARA de Pérez Galdós


 

    


                                                           Baldomero Espartero
                                                



 
                                                                         
                                                                     Rafael Maroto
 
 
 
 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN



Los Episodios Nacionales ocupan aproximadamente la mitad de la obra galdosiana y constituyen la primera y la última de las etapas de su carrera literaria. Los 46 episodios están formados por cinco series de narraciones. Las cuatro primeras de diez títulos y la última, ya en los años de vejez del autor, por sólo seis.

Los 46 episodios abarcan setenta y cinco años de la historia de España, desde 1805 (Trafalgar) hasta 1880 (Cánovas). La primera serie se publicó entre 1873-1875; la segunda de 1875-1879 y tras diecinueve años de silencio publica la tercera serie de 1898-1900; la cuarta de 1902-1907 y la quinta de 1907-1912.

Así explica Galdós en sus memorias la génesis de los Episodios:



Siento pasar el 70, 71, y a mediados del 72 vuelvo a la vida y me encuentro, sin saber por qué sí o por qué no, preparaba una serie de novelas históricas, breves, amenas. Hablaba yo de esto con Alvareda, y como le decía que no sabía qué título poner a esta serie de obritas, José Luis me dijo:

- Bautice usted esas obritas con el Nombre de Episodios Nacionales. Y cuando me preguntó en qué época pensaba iniciar la serie, brotó de mis labios, como una obsesión del pensamiento, la palabra Trafalgar.1



Pérez Galdós tiene un propósito general con la escritura de los Episodios:”Presentar en forma agradable los principales hechos militares y patrióticos del periodo más dramático del siglo, con objeto de recrear (y enseñar también, aunque no gran cosa) a los aficionados a esta clase de lecturas”.2

Nuestro novelista fiel siempre a la máxima: historia magistra vitae, descubre su preocupación política ante los hechos y conflictos tan cercanos de la España que le tocó vivir. Y además de su propósito ejemplificador, revela sus consideraciones personales sobre los hechos, sus firmes convicciones liberales, su antibelicismo y su amor al pueblo español.

Los Episodios Nacionales no son historia propiamente dicha, sino novela histórica, utilizada en ocasiones como fuente histórica. Pero, ¿ cómo se fusionan la historia y la ficción?; pues esto dice Galdós en 1910, cuando estaba trabajando en Amadeo I: “Ahora estoy preparando el cañamazo, es decir, el tinglado histórico…Una vez abocetado el fondo histórico y político de la novela, inventaré la intriga”3.



Parece deducirse de esta declaración, que lo primario en el proceso de creación es la visión histórica, y que la novela, la ficción es un ensamblaje a posteriori. Así opinan algunos críticos como Pedro Laín Entralgo y Gómez de Baquero.

Hans Hinterhauser afirma que si bien en el conjunto de los Episodios tuvo presente lo histórico como punto de partida, sin embargo, “la primera preocupación artística del novelista debió ser lograr una simbiosis entre historia y ficción”4.

Ricardo Gullón resuelve la cuestión entre lo histórico y lo novelesco de esta forma:



Que los Episodios Nacionales no son historia sino novela es una verdad incuestionable, sólo controvertible desde otra certeza, muy difundida y aceptada, que pudiera enumerarse así: en ninguna obra puede aprenderse mejor la historia de España que en los Episodios Nacionales5.



En efecto, Galdós, consulta las fuentes históricas: libros de historia, crónicas, diarios y hasta a algún testigo superviviente de los hechos. Pero el novelista, que si bien es fiel a los hechos, a su vez, manipula esos materiales, escogiendo unos, desechando otros y magnificando algunos.

La trama novelesca juega un doble papel. Por un lado se funde con la historia para actuar de contrapunto (Fago-Zumalacárregui). Por otro la historia como marco y cuadro temporal de los hechos, y la trama como espejo del trasfondo social de los mismos. El lector sabe que tiene en sus manos una novela, aunque vea en ella su preocupación por la historia reciente de España, y quizá le incite a consultar un manual de Historia o una monografía.



GÉNESIS DE LA TERCERA SERIE



Al final de Un faccioso más y algunos frailes menos, último episodio de la 2ª serie, hace Galdós esta declaración:



Basta ya. Aquí concluye el narrador su tarea, seguro de haberla desempeñado imperfectamente (…). Los años que siguen al 34 están demasiado cerca, nos tocan, nos codean, se familiarizan con nosotros (…). Quédese, pues, aquí este trabajo, sobre cuya última página (…) hago juramento de no abusar de la bondad del público, añadiendo más cuartillas a las diez mil y pico de que constan los Episodios Nacionales. Aquí concluyen definitivamente éstos6.



No obstante, diecinueve años más tarde, en 1898, inicia con Zumalacárregui la 3ª serie de sus interrumpidos episodios, que continuaría con dos series más. Así justifica, Galdós, la continuación de los EE. NN. en las primeras líneas de Zumalacárregui:



Al terminar Un faccioso más y algunos frailes menos, la segunda serie de los Episodios Nacionales, hice juramento de no poner la mano por tercera vez en novelas históricas. ¡Cuán duramente veo ahora que esto de jurar es cosa mala…! (…). A los diez y nueve años, no justos, de aquel juramento, los amigos que me favorecen, público o lectores, (…) me mandan quebrantar el voto, y lo quebranto; me mandan escribir la Tercera Serie de episodios, y la escribo7.



A pesar de estas declaraciones, la mayoría de los estudiosos señalan que fueron razones económicas las que le empujaron a escribir esta Tercera Serie. El mismo Galdós confirma en sus Memorias, que había quedado arruinado con los gastos del juicio con su socio editor, Miguel de la Cámara:



Ved aquí lo más esencial del laudo (que dictó don Gumersindo de Azcárate): En primer lugar me reconocía la total propiedad de mis obras (…). Disuelta la sociedad, el laudo me imponía la obligación de abonar a mi contrario una parte bastante crecida de la liquidación por anticipo que mi socio me había prestado. Por tal concepto yo tenía que pagar a toca teja ochenta y dos mil pesetas.8



Sin embargo no fueron sólo razones económicas las que empujaron a Galdós a escribir esta 3ª serie. Se sumaron, también, a las razones económicas, condiciones ideológicas personales y preocupación patriótica. Hinterhauser, (1962, p. 51), valorando la explicación económica, añade dos razones coadyuvantes: la posición ideológica y las circunstancias históricas, que dieron lugar a la crisis del 98, que ya estaba a las puertas. Y además pretendía en su nueva serie: “disecar la sociedad contemporánea desde un punto de vista histórico, ético y crítico nacional”. José F. Montesinos admite las razones económicas junto a las patrióticas: “una meditación amarga, desesperada, sobre las torpezas, tal vez evitables, pues emanaban del mismo ser español”9.

Galdós abre, pues, la 3ª serie con Zumalacárregui en la primavera de 1898 y a finales de 1900, la cierra con Bodas reales. Parece que don Benito hubiera vuelto a su pujante juventud. Además esta 3ª serie refleja la experiencia de Galdós como novelista, ofreciendo más variedad en cuanto a temas y personajes. Las dos primeras series presentaban un personaje único en torno al cual se desarrollaba la trama novelesca inmersa en el hecho histórico, en cambio en esta tercera serie no puede hablarse de un protagonista único, ya que Fernando Calpena, es protagonista en algún episodio (Mendizábal, De Oñate a La Granja, Vergara) y en otros ocupa un papel relevante (Luchana, La campaña del Maestrazgo, La estafeta romántica); pero en otros no aparece, como en Zumalacárregui, y Bodas reales. Así mismo destacan como protagonistas otros personajes como D. Beltrán de Urdaneta, Santiago Ibero o figuras históricas como Zumalacárregui, Mendizábal, Cabrera Espartero o Maroto.

Lo que sí dice, Galdós, en sus Memorias, es que una vez concluido el laudo con su socio :

Viéndome dueño de mis obras, resolví establecerme como editor de ellas en el número 132 de la calle Hortaleza, piso bajo (…). El considerable desembolso que tuve que hacer para liquidar las resultas del pleito obligome a sacar de mi caletre los elementos necesarios para salir del paso. Como el trabajo no en arredraba, al contrario, era mi mayor delicia, acometí la tercera serie de los Episodios Nacionales (O. cit, p. 105)



Don Benito, pues, comienza a escribir el primer episodio de esta tercera serie en abril de 1898: Zumalacárregui. Galdós en sus Memorias nos da noticia del viaje que hizo por Navarra y Vascongadas al efecto:



Queriendo documentarme para el estudio de esta figura y de otras, acudí a mi amigo don Juan Vázquez de Mella (…).Amable en extremo don Juan, me dio cartas para visitar diferentes pueblos y personas de Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra. Con las cartas (…) me dirigí a Cegama, Azpeitia, Pamplona, Puente la Reina, Estella, Viana y otras poblaciones que fueron teatro de las guerras civiles. En Cegama visité a don Miguel Zumalacárregui, sobrino carnal del famoso caudillo, que murió en aquella villa el 24 de junio de 1835, al volver malherido del primer sitio de Bilbao. El bondadoso y simpático don Miguel me recibió en su casa (…), mostrándome la estancia en que su tío entregó su alma a Dios. Vi la cama, cubierta con una colcha de damasco amarillo. Completaban el decorado de la alcoba las armas y el retrato del héroe10.



Para el resto de la geografía de Navarra Galdós utiliza el Diccionario geográfico de Pascual Madoz, y no comete errores de relevancia.

A veces un corresponsal le envía datos concretos sobre una villa, como señala Rodolfo Cardona en >>Apostillas a los Episodios Nacionales de Hinterhauser<<, en Anales Galdosianos III, 1968, pp. 119-142, en las que el profesor Cardona aporta un número considerable de materiales desconocidos que arrojan bastante luz sobre la elaboración de los Episodios. En concreto tiene interés el plano de Oñate, que Galdós guardaba entre sus papeles y se lo había enviado don José Mª de Aguirre, seguro un erudito local, que le informó con exhaustividad.

También contó Galdós con fuentes librescas: libros y folletos políticos, estudios de costumbres y periódicos en los que podía encontrar la información histórica y la materia novelable, entre ellos: Historia general de España de Modesto Lafuente; Estudio histórico de las luchas políticas del siglo XIX (1899-1880) de A. Fernando de los Ríos, Historia de Cabrera y de la Guera Civil en Aragón, Valencia y Murcia (1845) de D. Calvo Rochina y la Historia de la guerra civil de Antonio Pirala.

Sobre personajes manejó los tomos de Galería de personajes célebres contemporáneos (1841-1845) de Nicomedes Pastor Díaz y F. de Cárdenas, Vida y hechos de Zumalacárregui (1845) de Zariategui, Espartero: Historia de su vida militar y política y de los grandes sucesos contemporáneos (1843-1845) de José Segundo Flórez y la autobigrafía del general Fernández de Córdova, Memorias íntimas (1886).

La crítica también ha señalado otras fuentes de tipo artístico entre las que destaca la pintura como Lectura de José Zorrilla en el estudio del pintor de Esquivel, la Orgía de Cabrera y los suyos en Burjasot de Manuel Miranda ( los carlistas vistos por los liberales) o El abrazo de Vergara y los retratos de los generales carlistas Zumalacárregui, Ramón Cabrera y Rafael Maroto y del general cristino Baldomero Espartero y por último los retratos de la reina regente, María Cristina de Nápoles, Isabel II y Carlos Mª Isidro, el pretendiente, hermano de Fernando VII.



Con este acopio de fuentes Galdós comienza a escribir el primer episodio de la serie en abril de 1898: Zumalacárregui, pero ya tenía en la mente los nueve títulos más que configuran esta tercera serie: Mendizázbal, de Oñate a La Granja, Luchana, La campaña del Maestrazgo, La estafeta romántica, Vergara, Montes de Oca, Los Ayacuchos y Bodas reales.


Los cinco primeros episodios fueron escritos en un año. Así, Zumalacárregui: abril-mayo 1898; Mendizábal: agosto-septiembre 1898; De Oñate a La Granja: octubre-noviembre 1898; Luchana: enero-febrero 1899 y La campaña del Maestrazgo: abril-mayo 1899.

Los otros cinco, don Benito los fue escribiendo sin descanso durante un año y dos meses. La estafeta romántica: julio-agosto 1899; Vergara: octubre-noviembre 1899; Montes de Oca: marzo-abril 1900; Los Ayacuchos: mayo-junio 1900 y Bodas reales: septiembre-octubre de 1900.

Fue el propio Galdós quien, recuperados los derechos de autor, editó esta tercera serie por su cuenta con esta razón social: MADRID. OBRAS DE PÉREZ GALDÓS, C) HORTALEZA, 132. Impresos en Madrid por Establecimiento Tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello y además con el sello de BENITO PÉREZ GALDÓS en tinta azul debajo del Copyright: “Es propiedad. Queda hecho el depósito que marca la ley. Serán furtivos los ejemplares que no lleven el sello del autor”11

La cronología que abarca esta tercera serie es de 1883 a 1846, periodo agitado de la vida española, que incluye la primera guerra carlista durante la Regencia de Mª Cristina y su finalización con el Convenio de Vergara, la Regencia de Espartero, su caída, la mayoría de edad de Isabel II, la subida al poder de Narváez, que inaugura la década moderada y el matrimonio de la reina (Bodas reales).



VERGARA

 
 
                                                                                                               
                          
                         
                                                                      Portada de la 1ª edición, 1899
 
 
                                                         
 
                                                                     
Comienza este 7º episodio siguiendo la estela del episodio anterior, La estafeta romántica, todo él epistolar, con 10 cartas: dos de D. Pedro Hillo (sacerdote castrense del ejército cristino) a los Sres. de
Maltrana en las que les informa de su participación en los últimos auxilios a diez desdichados, mandados fusilar por el general Espartero por sediciosos y asesinos del general isabelino Ceballos de la Escalera. Uno de ellos resultó ileso por azar; entonces Pedro Hillo intercede y los capitanes piden el indulto a Espartero, que lo concedió en el acto. El afortunado era el bilbaíno Buenaventura (el nombre es significativo) Iturbide, al que, una vez indultado, metieron en la cárcel.

A continuación viene una carta de Pepe Iturbide (hermano de Buenaventura) a su padre Casiano Iturbide de Bilbao. Y Galdós comienza a urdir la primera subtrama del episodio relacionando a Pepe Iturbide con Zoilo Arratia y con Eustaquio de la Pertusa.

Pepe Iturbide se encuentra en la cárcel junto con Zoilo Arratia (Luchu) y Eustaquio de la Pertusa, aragonés fuerista y colaborador de los carlistas. Estos tres sujetos están en la cárcel por desertores y espías de los carlistas. También le informa que su hermano Ventura (el resucitado) se encuentra en la misma cárcel y pide a su padre que use sus influencias ante los generales Van-Halen y Espartero para que los liberen.

Fernando Calpena escribe tres cartas a su madre doña Pilar de Loaysa, éste y el presbítero D. Pedro Hillo se encuentran en Vitoria hospedados en casa del canónigo Sr. de Socobio. En estas cartas informa a su madre de la vida cotidiana, más que de asuntos políticos. No obstante recibe una carta del encarcelado Zoilo Arratia, esposo de Aura (antiguo amor de Calpena), en la que le pide que use sus influencias para liberarle de la cárcel y celebrar un duelo romántico. Calpena le confiesa a su madre que el contenido de la carta no le afecta, porque ya ha superado esa etapa y ha descubierto que “la felicidad es clásica.” En la carta también le habla de D. Esutaquio de la Pertusa, que estuvo preso en la cárcel de Miranda junto con Zoilo Arratia y José Iturbide. D. Eustaquio está libre y los otros continúan en prisión y es el autor caligráfico de la carta retadora de Zoilo.

Este de la Pertusa es un desertor múltiple, tanto de la causa de Isabel como de la Causa de D. Carlos; y ahora está afiliado a las banderas de la paz; trabaja por la terminación de la guerra con pactos. D. Eustaquio está libre porque tiene buenas relaciones en ambos bandos y sus compañeros siguen presos, porque no tienen quien les ampare. Ante esta injusticia F. Calpena le promete a su madre que volverá a Miranda a poner en libertad a los dos inocentes: Zoilo y José.

Don Eustaquio de la Pertusa- dice Calpena a su madre- estudió para cura, recibió las órdenes menores y dejó la iglesia por las armas, militó en las filas de los urbanos y luego en las de Cabrera; y por su paso por el seminario recibió en apodo de El Epístola.

Hay una única carta de doña Pilar Loaysa a su hijo fechada en Madrid, enero de 1938 en la que invita a su hijo a que logre la libertad de Zoilo Arratia.

Una novena carta de D. Beltrán de Urdaneta a F. Calpena, Villarcayo, enero, en la que le recuerda el fusilamiento de los 9 en Miranda y le informa de la toma de Morella por los carlistas de Cabrera.

Y una décima y última carta de don Beltrán de Urdaneta a F. Calpena, La Nestosa, febrero. Don Beltrán le nombra con el hipocorístico: Chiquio y le habla de la toma de Balmaseda por Espartero con quien conversó una media hora y le preguntó por él y parece que prepara el futuro protagonismo de Calpena en el episodio.

Termina, pues, la colección de cartas y un narrador omnisciente en 3ª persona toma la palabra.

Esto dice el narrador:

Agotada la colección de cartas que un Hado feliz puso en manos del narrador de estas historias, (lo que no ha sido flojo alivio de tan rudo trabajo), su afán de proseguirlas revistiendo de verdad la invención y engalanando lo verdadero (…) Favorecido de otro Hado benéfico, de los muchos que andan entre gente de pluma, tuvo las suerte de adquirir en su primera salida conocimientos muy útiles, y allá van del magín al papel.12

Y entran, de nuevo, en escena F. Calpena y Pedro Hillo, que abandonan Vitoria y se dirigen a Briviesca donde se encontraron Pilar Loaysa, condesa de Arista y madre de Calpena, como tenían concertado. Doña Pilar iba a instalarse en Medina de Pomar. Convinieron que D. Pedro Hillo no le acompañara por tener la salud quebrantada. No obstante doña Pilar agregó a la servidumbre de Calpena a Juan Urrea, joven guipuzcoano, conocedor de la topografía del país, así como de Navarra y la Rioja Alta.

Regresó F. Calpena a Miranda con el deseo de liberar a Zoilo Arratia. Se entrevistó con O´Donnell y después de arduas negociaciones entró en la cárcel de Miranda con la orden a raja tabla de libertad para los presos Zoilo Arratia y José Iturbide.

Aquí empieza la resolución de una de las tramas que viene del episodio anterior: La estafeta romática, el triángulo amoroso formado por Aura, Zoilo Arratia y F. Calpena.

José Iturbe pone en conocimiento de Calpena que Zolio se casó con Aura el día de la toma de Luchana y se marchó con ella a vivir a Bermeo. Por otra parte Aura se enteró que F. Calpena vivía y se trastornó con la noticia, se escapó y tardaron un mes en encontrarla en unas condiciones deplorables.

Zoilo Arratia interceptó la carta de Calpena a Aura y cuando la leyó se perturbó más que su mujer y decidió venir a Miranda para proponerle que se hiciera el muerto otra vez y así su mujer, Aura, entraría en razón y pudieran vivir en paz. F. Calpena le dice que tenga paciencia que el tiempo todo lo cura, además ya no te la disputo.

Una moneda al aire ( la cara, La Guardia y la cruz, Treviño) decidió que Calpena, Zoilo Arratia, José Iturbide, Sabas y Urrea se drigieran a La Guardia.

Se estaba preparando con fortificaciones Peñacerrada por los carlistas, que por su posición topográfica era una fortaleza natural. La expedición de Calpena se encuentra con la columna de Santiago Ibero, que está limpiando de facciosos los caseríos de la sierra de Toloño y se une a ella. Pronto se encuentran con el general Martín Zurbano.

Por orden del general Zurbano, los cinco expedicionarios se enrolan en su división como soldados cristinos, si quieren disfrutar de alimentos y amparo, que en breve recibió la orden de reunirse con el ejército de Espartero con objeto de atacar Peñacerrada, plaza bien fortificada por los carlistas al mando del general Guergué, que después de duros combates será tomada por las fuerzas de Espartero.

Depués de la toma de la plaza, don Baldomero fijó su cuartel en Baroja. Mandó llamar a F. Calpena y hablaron largamente de la situación de su madre en Medina de Pomar.

Zoilo Arratia demostró su arrojo y valentía, de tal modo que Zurbano le dijo: “Eres capitán”. Calpena era consciente de la valentía de Zoilo y le recomienda que no se exponga tanto, que tiene el compromiso de entregarle a a su familia, sobre todo a Aura, sano y salvo. Zoilo le confiesa. “Cómo hemos venido a ser amigos usted y yo” (p. 115), con lo cual el tópico romántico se desvanece aún más y se produce el primer abrazo.

Espartero se va a Logroño a ver a su esposa; pero deja recado que quiere hablar con Calpena para un asunto muy importante.

 
 
                                                             
                                                                   Carlos Mª Isidro
 
 
Como consecuencia de la derrota de Peñacerrada, D. Carlos Mª Isidro, el pretendiente, nombró General del ejército del Norte a D. Rafael Maroto, en sustitución de Guergué.

Maroto se estableció en Estella y reorganizó los batallones y dio ánimo a los de Labrada para que se defendieran con denuedo y vigor, que él iría en su socorro y se batiría con el otrora compañero de fatigas americanas (guerras de independencia) Baldomero Espartero, pero no hubo tal enfrentamiento.

Regresó Espartero a Viana y F. Calpena solicitó audiencia a Espartero, que le fue concedida al instante y fue invitado a cenar. Después de la cena hablan en privado y después de ensalzar sus buenas cualidades, le comunica que quiere encargarle una misión, pero no le dice cuál, por el momento.

Por fin Espartero le encarga la misión a Calpena. Primero tiene que incorporarse a las fuerzas de Diego de León. Después un arriero, Martín Echaide, que comercia y vende a los soldados de uno y otro bando, declarado neutral, le entregará un mazo de puros habanos. Martín Echaide le dirá: “D. Fernando, vámonos” y tendrá que seguirle y, por supuesto, disfrazarse de arriero y su criado también y se encaminan a Logroño. En una aldea, D. Fernando y su criado Urrea emplearon gran parte de la noche en disfrazarse de buhoneros, con las ropas que Echaide les facilitó. Asimismo se cambiaron el nombre, D. Fernando en Aquilino Orcha, “Quilino”, natural de Briviesca y Urrea en Francisco “Muno”.

Componían la cuadrilla de Martín Echaide 4 personas: Echaide, El Santo Barato (de 60 años), “Quilino” y Francisco Muno, dos mulos y dos borricos más la mercancía. La 'comitiva' llegó a Estella una tarde de octubre y Calpena tomó nota de la situación política en el bando carlista. Echaide colocó la carga y tomó otra.

Siguieron camino de Oñate hacia Vergara, donde estaba acuertalado el ejército de Maroto.

Martín Echaide le entregó 4 botellas de aguardiente para que se las llevara a una señora muy principal, doña Tiburcia Esnaola, en cuya casa estaba el general Maroto, que ante la contraseña. “Inquisivi”, le manda pasar. No se informa al lector del contenido de la conversación.

Partió, de nuevo, la comitiva para Logroño a dar nuevas a Espartero y a media legua de Logroño, Echaide le dice a Quilino y a Urrea, que se quedaran a dormir en una venta, mientras él avisaba a Espartero, que le dio orden que le esperasen en Fombona, en una finca propiedad de doña Jacinta , su mujer.

Espartero y Calpena conversan paseando por el jardín de la finca y el contenido de la conversación no se muestra en su totalidad. Espartero apunta que no puede admitir que D. Carlos conserve los honores de rey y su mujer de reina, tampoco puede admitir todos lo grados del ejército carlista, si acaso la mitad. No obstante le insta a que vuelva con una nueva embajada con unas condiciones más afinadas para que la negociación de paz llegue buen puerto.

En Durango F. Calpena se encuentra con D. Eustaquio de la Pertusa, el “Epístola”, quien le conoce a pesar del disfraz. Conversan y Calpena le dice que su estancia en Durango de debe a un asunto amoroso: la búsqueda de Aura, esposa de Zoilo Arratia. Pertusa le dice que Aura se encuentra en el barrio de Curuciaga y hasta allí le conduce.

Pertusa hacía proselitismo por “Paz y fueros”, conspiraba.

Una vez más Galdós muestra su habilidad en componer tramas y combina la actividad política de Calpena con sus inquietudes personales (Zoilo-Aura).

Pertusa y Calpena van a visitar a dos señoras sesentonas, que viven cerca de Aura. ”Las niñas de Morentín”, doña Rita y doña Marta, de la Causa naturalmente, que reconocen a Calpena y les dice que trae un encargo para las señoras de D. Beltrán de Urdaneta, a quien conocían del año 1805 en Tudela. El encargo en cuestión consistía en una dádiva de la herencia de D. Beltrán y a las dos señoras les corresponde una onza (una pelucona).

No conformes con el traje y la educación las dos hermanas, Calpena les confesó, que iba disfrazado de esa guisa para disimular la cantidad de dinero que portaba. Una vez convencidas las hermanas les piden hospedaje para una noche con el fin de observar en la casa contigua a Aura y efectivamente Aura aparece con un hijo en brazos.

El niño era el vivo retrato de Zoilo Arratia. Aura ha curado su desvarío dando vida a otro ser.

Pertusa y Calpena conversan con la niñas de Morentín y se despiden con intención de volver, pero D. Fernando da por concluido el asunto, que fue avistar a Aura curada con su retoño.

Calpena y Pertusa se separan. D. Fernando va al parador de Pinondo a reunirse con Urrea y Echaide. Se dirigen a Vergara, donde había llegado Maroto con su ejército y el pretendiente con su corte errante. Se produce una entrevista entre el rey y Maroto con resultado nulo por la indecisión del monarca pretendiente.

“Quilino” va a entrevistarse con Maroto con un barrilito de aceitunas para la señora doña Tiburcia Esnaola. Le abre una criada y la señora le presentó un papel con la contraseña: “Inquisivi” y debajo: “Aquí no puede ser. Váyase a Estella” (p. 229). Así pues, parte, de nuevo, la cuadrilla de arrieros para Estella.

Calpena intenta localizar a Zoilo Arratia, enrolado en la división de Zurbano; pero fue apresado, el ya capitán bilbaíno, por los carlistas con otros 10. Su padre D. Sabino Arratia también andaba buscándole y moviendo influencias para llevarlo a casa.

Ya cerca de Estella, se enteraron que había entrado Maroto con su ejército y había un gran revuelo producido por los “impostólicos” en contra de Maroto. El motivo fue que habían interceptado unos papeles en los que se decía que Maroto y Espartero firmaban la paz, transigiendo Espartero con los grados militares y Maroto aceptando la Constitución.

Pero Maroto sofocó la rebeldía, nunca mejor dicho, “manu militari”, pasando por la armas a los generales Guergué, García y Sanz, el Brigadier Carmona, el Intendente Uriz y el oficial D. Luis Ibáñez.

 
 
                                                                    
 
 
Calpena sigue con la obsesión de Zoilo Arratia y busca a su padre, D. Sabino, que lo encuentra rezando en el Santuario del Puy. El padre de Zoilo reniega de la guerra y dice. “Y todo por un papelito, la Pragmática Sanción” (p. 238). Zoilo está preso en el Santo Hospital, le dice el padre a Calpena.

Echaide acompañó a Calpena a la residencia de Maroto y entró “Quilino” con una caja de puros abierta y dentro un papel que decía: “Inquisivi”.

Maroto, recién levantado, recibe a Calpena, que como emisario de Espartero, le expuso sus condiciones. Maroto le propone que D. Carlos abdique en su hijo Sebastián, que gobernaría al alimón, con su prima Isabel, algo inaceptable para Espartero. Sin embargo hay necesidad del cese de la guerra y que se produzca el abrazo entre los dos espadones.

De la entrevista Calpena consigue una orden a raja tabla de Maroto para excarcelar a Zoilo Arratia . Avanza, pues, la subtrama amorosa hacia su resolución.

Encontró a D. Sabino Arratia durmiendo en el parador y medio delirando, con lo que decidió liberar él mismo a Zoilo. Martín Echaide le dijo que no se dejara ver en el asunto y encarga a Urrea, que vaya con la orden al Hospital y sin ninguna dificultad trajo a Zoilo del brazo, que, en seguida, conoció a Calpena, a pesar del disfraz.

Tomó alimento, descansó y Calpena le comunica que su mujer Aura está curada y, además, es padre y vive en Durango. También le presentó a su padre, que con emoción se abrazaron y partieron para Durango. Aquí se produce otro abrazo del episodio.

Regresa la comitiva buhonera a Logroño y avisan a Espartero si puede recibir a Calpena en Fombera; pero Espartero ordenó que D. Fernando ya podía quitarse el disfraz y visitarle en el palacio de la plazuela de San Agustín.

Fue invitado a comer por Espartero y a la hora del café bajaron al jardín a parlamentar.

Don Baldomero no se cree las componendas de los dos reyes de Maroto, que lo que quiere es una situación de ventaja para dictar una paz con los fueros.

Espartero da la orden a su ejército de partir al encuentro de Maroto. En premio a sus buenos servicios le lleva a ver a su madre, que está en Medina de Pomar. Allí la saluda y la abraza (nuevo abrazo del episodio).

Comienza una fuerte ofensiva contra el ejército de Maroto, dirigida por O' Donnell y con la participación del propio Espartero. Tenían cercado Guardamino, cuando Espartero recibió un emisario de Maroto con las condiciones para rendir el fuerte: entrega de su artillería, municiones, pertrechos y víveres y después canjear el mismo números de liberales por facciosos. Gran victoria, pues, de Espartero.

Maroto se internó en Vizcaya y Espartero fijó en Ramales su Cuartel General.

Larga entrevista de Calpena, sin disfraz, con un Maroto abrumado, indeciso y propicio a la paz honrosa.

Se celebra una entrevista a finales de junio en Miravalles entre Maroto y Lord John Hay, que tiene instrucciones de su gobierno para proponer la paz a Espartero; pero no hubo acuerdo de paz.

Maroto propuso a Espartero por el conducto del Comodoro Hay, el cese de las hostilidades. Espartero no aceptó y dirigió su ejército desde Amurrio hasta Vitoria. Venció en Villarreal y limpió de facciosos todas aquellas alturas.

Se dirigieron a Oñate, cuna y sepulcro de la Causa. Avanzó Espartero hasta Durango y entró en la villa sin pegar un tiro.

Apareció en Durango D. Eustaquio de la Pertusa y le informa que los Arratia se han ido para Bilbao.

Espartero ordenó a Calpena que fuera al Cuartel General de Maroto y se instalara allí.

Se produce un encuentro entre el rey Carlos y Maroto. El rey le dice que tienen que hablar. Maroto le contesta que tiene los cuerpos formados y tiene que dar una orden muy precisa y regresa a Villarreal.

Fernando Calpena se entrevista con Maroto con la consabida contraseña: “Inquisivi”. El general carlista le pide opinión si debe ir a la entrevista prometida al rey Carlos V. Calpena le contesta que sí. Maroto acudió a la cita real y le hizo demostraciones de lealtad a la Causa.

Llegó Zabala, conocido de Calpena, con la orden de Espartero de parlamentar con Maroto, que se negó a recibirlo. Largo tiempo le llevó a Calpena convencer al General y al fin accedió.

Por fin el día 25, a las seis de la mañana se reunieron en la venta de Abadiano, entre Durango y Elorrio, D. Baldomero Espartero con el brigadier Linaje y el coronel inglés Wilde por el bando constitucional y D. Rafael Maroto y el general Urbistondo por el bando absolutista. No hubo acuerdo, porque se querían imponer los fueros.

Volvió Maroto a Guipúzcoa y de improviso se presentó el Rey con su escolta en el Cuartel General, mandó formar a los batallones, pasó revista y les arengó. Soltó su perorata, que traía bien aprendida; pero no hizo impacto en la tropa, que lo que quería era la paz.

Don Carlos reúne a su Consejo de adictos y opinan que debe situarse en un punto cercano a la frontera para poner a salvo su persona.

Calpena y Uhagón acuden a visitar a Maroto, el día 26, después de la revista real y le encuentran turbado y apocado e intentan convencerlo para que firme el convenio.

Maroto, en su desvarío, mandó marchar a los negociadores con amenaza de muerte; pero en esto entra en escena el general Simón de la Torre, que informado del estado de Maroto, les tranquilizó en cuanto a sus vidas.

Torre y Maroto conferenciaron y salieron con sus tropas para Azpeitia.

Espartero avanzaba por el interior de Guipúzcoa; había entrado en Vergara, donde le acogieron con deseosas demostraciones de paz.

Maroto de Vergara pasó a Oñate, donde le recibieron con palmas. En Villarreal se presentó el Conde de Negri con una orden del Rey para que entregase el mando; cosa que ni Maroto ni de la Torre hicieron el menor caso en aquella situación. Con lo cual el Rey tomó el camino de la frontera francesa.

Ante esta presión del Rey, Maroto, Torre y Urbistondo toman la decisión de firmar el convenio de paz, que se había presentado de Abadiano.

Maroto que está dispuesto a la paz, duda que la acepten algunos cuerpos de ejército, sobre todo los guipúzcoanos. Calpena (siempre negociador) le advierte, que antes de firmar debe hablar con los jefes y oficiales y explicarles las condiciones de paz.

Llegaron de Oñate, Torre y Urbistondo con Zabala y Linaje con el convenio, que Maroto firmó en el acto.

Asimismo la doble comisión le propuso, que al día siguiente, el 30 de agosto, se reunieran en Vergara, los dos ejércitos con sus caudillos al frente, para dar forma solemne a la firma de la paz: el llamado ABRAZO DE VERGARA.

Se entrevistan Maroto y la Torre con Espartero; y Maroto le dice que las tropas se niegan a cumplir lo pactado, si no se respetan los Fueros provinciales en su integridad. Espartero se frustra, pero la Torre se compromete en 24 horas a convencer a los vizcaínos y ayudado por Urbistondo y el Brigadier Iturbe logran convencer a las tropas después de leerles el art. 1º de Convenio: “El General Espartero recomendará al Gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse (…) a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los Fueros” (p. 323).

Simón de la Torre trataba de reducir a los vizcaínos, Urbistondo a los castellanos; pero el Brigadier Iturbe no logró convencer a los guipuzcoanos, que enterados de la vaga promesa del art. 1º, se negaron a firmar, gritando, ¡traición, traición! Hubo que convencerlos uno por uno a jefes y oficiales..

Al fin el 31 de agosto desfilan hacia Vergara los batallones reacios, precedidos de los castellanos.

A las afueras de Vergara, en una campa, formó el ejército de Espartero y ante él fue desfilando el ejército faccioso. En un momento dado apareció Espartero con su Estado Mayor, mandó a sus soldados armar bayonetas y otro tanto hizo Maroto. Espartero con voz marcial arengó a las tropas, terminando así: “Abrazaos, hijos míos, como yo abrazo al general de los que fueron contrarios nuestros. Juntáronse los dos caballos, los dos jinetes, inclinando el cuerpo uno contra otro, se enlazaron en cordial apretón de brazos” (p.326),. Con este acto terminaban seis años de guerra civil.

 
 
 
                                                                             
                                                              El Abrazo de Vergara
 
 
 
 
Don Carlos Mª Isidro, los mismos días 30 y 31 de agosto, seguía emitiendo proclamas desde Andoaín y Lecumberri, acusando a Espartero de rebelde y a Maroto de traidor.

Y lógicamente al conocer la firma de la paz se produjo la desbandada y “sálvese quien pueda”. La Corte y sus fieles seguían en Elizondo y Espartero, incansable, les persiguió. El batallón cántabro, último en la fidelidad, defendió con bravura las posiciones de Urdax, que fueron rendidas por Zabala, dando por terminada en la misma frontera (en Dancharinea) la guerra del Norte.

El Rey y la Reina, familia y servidumbre emprendieron la fuga para refugiarse en Francia. Seis años antes había entrado D. Carlos por el mismo lugar, siendo recibido por Zumalacárregui.

Fernando Calpena y Santiago Ibero, militar romántico, testigos de la última refriega de los valientes cántabros, no pudieron más que alabarles. De regreso al Cuartel General de Espartero en Elizondo expresaron su alegría por el término real de la guerra civil; pero se muestran escépticos respecto del futuro, creen que se trata de una tregua, que se debe alargar lo más posible. Vinieron dos guerras carlistas más.

Y a modo de epílogo el narrador indica lo siguiente:

En opinión del carlismo Maroto quedó como el prototipo de la traición y la perfidia. No es justo.

Otro fue, sin embargo, el tratamiento del Gobierno de Isabel II, que recompensó a Maroto con un alto cargo militar.

El brazo eclesiástico, firme apoyo de la facción, no perdonó a Maroto su cooperación en la consecución de la paz.

Como muestra de esta intransigencia clerical cuenta Galdós la siguiente anécdota- rigurosamente cierta-: Su hija Margarita Maroto fue a confesarse de sus pecados una mañana y cuando terminaba la confesión, el sacerdote le preguntó su nombre y cuando se lo dijo, el cura se levantó irritado y con voces destempladas, le negó la absolución.

Y así termina la anécdota y el episodio Vergara: “¿Se pone en duda este hecho? Pues de él puede dar testimonio Doña Margarita Maroto, viuda de Borgoño, (…) que aún vive. Reside en Valparaíso” (p. 332).



ESTRUCTURA

El contenido narrativo de Vergara se presenta en 38 capítulos numerados en romanos y un breve epílogo señalado con un espacio en blanco y una línea horizontal.

La primera parte está formada por 10 cartas, que vienen a ser- como se ha dicho- una continuación del episodio anterior: La estafeta romántica, no en vano ésta termina con una carta de octubre de 1837 y Vergara comienza con otra de la misma fecha.

En la tercera carta (capit. III). “De Pepe Iturbide a su padre Casiano Iturbe, residente en Bilbao”, Galdós comienza a urdir la 1ª subtrama (el triánguilo amoroso de Zoilo-Aura-Calpena) relacionando a Pepe Iturbide con Zoilo Arratia y Eustaquio de la Pertusa, que se encuentran en la cárcel por espías de los facciosos.

La segunda parte abarca del capítulo XI al XVII, ya narrados en 3ª persona.

Se produce el encuentro de Fernando Calpena con su madre doña Pilar de Loaysa.

Se perfila la resolución del triágulo amoroso: Zoilo-Aura-Calpena, con la intervención afanosa de Calpena, cuya reacción ante la actitud de Zoilo Arratia no es nada romántica.

Otro acontecimiento importante es la sustitución del general Guergué por Rafael Maroto en el ejército carlista.

Fernando Calpena se entrevista con Espartero y éste le dice que quiere encomendarle una misión.

La 3ª parte va del capítulo XVIII al final; es la más extensa y en ella se narran los hechos de armas y todas las vicisitudes protagonizadas por Fernando Calpena, Martín Echaide, Maroto y Espartero para la consecución de la paz.

También se produce la liberación de Zoilo Arratia con lo cual ya se pudo reunir con su mujer Aura y el triángulo quedó resuelto.

Y como elemento estructurante del episodio son los continuos viajes de la cuadrilla de Martín Echaide.

Y hay una 4ª parte, a modo de epílogo, que viene a ser la valoración de Maroto por los carlistas como traidor y el reconocimiento de su contribución a la paz por el Gobierno de la Regente Mª Cristina.

También se muestra la intransigencia del clero, firme partidario del carlismo



PERSONAJES



Históricos (militares):

    • del bando constitucional: Baldomero Espartero, Zurbano, O' Donnell, Juan Zabala, Pedro Pascual Uhagón.
    • del bando carlista: Rafael Maroto, Antonio Guergué, Simón de la Torre, Urbistondo e Iturbe (brigadier)y el pretendiente D. Carlos Mª Isidro.
    • neutrales: Lord John Hay, “Lorchón”, comodoro inglés mediador entre ambos bandos y Wilde, coronel inglés, comisionado por su gobierno para estudiar la guerra.

Ficticios: Santiago Ibero (militar romántico)

- Femeninos: Aura, esposa de Zoilo Arratia, Pilar de Loaysa, madre de F. Calpena, las niñas de Morentín (Rita y Marta), doña Tiburcia Esnaola.

Personajes principales:

Protagonista: F. Calpena con su cuadrilla de arrieros: Martín Echaide, Juan Urrea, el “Santo Barato” y Sabas de San Pedro, y, por supuesto, los personajes históricos Maroto y Espartero, que interactúan con los ficticios.

Personajes secundarios:

Zolilo Arratia y su padre D. Sabino, Buenaventura Iturbide y José Iturbide, hijos de Casiano, bilbaínos, Eustaquio de la Pertusa, el Epístola, D. Pedro Hillo, sacerdote y D. Beltrán de Urdaneta, gran conspirador.



SIGNIFICACIÓN



La época histórica que narra Vergara es el final de la primera guerra carlista, cuyo origen se produjo a la muerte de Fernando VII en 1833 sin sucesor varón. Entonces se disputaron la sucesión al trono su hermano Carlos Mª Isidro y su hija recién nacida, la futura Isabel II, representada, entonces, por su la reina regente, Mª Cristina, y todo como consecuencia de la derogación de la Ley sálica, que impedía que las mujeres accedieran al trono, en caso de haber varones con derechos dinásticos (hermanos, sobrinos, etec).

Al lado del pretendiente, Don Carlos, se alinearon los sectores más conservadores de la sociedad española; pues el hermano del rey, ya era la cabeza visible de la línea más dura del régimen.

Pues bien, en una reunión celebrada el 13 de septiembre de 1832, presidida por el absolutista Tadeo Calomarde, se acuerda ante la sorpresa general, que gobierne Mª Cristina como regente. Fernando VII firma la habilitación de su mujer como regente.

Don Carlos Mª Isidro impugna esta habilitación y así nace el carlismo. Los liberales, antes perseguidos por Fernando VII, defendieron los derechos de Mª Cristina como regente y los de su hija Isabel.

Y Galdós, fiel a su idea de relacionar historia y ficción, va a narrar el final de la primera guerra carlista.

En 1838 el ejército del Norte del general Espartero, superior en hombres y en armamento al ejército carlista avanza por las provincias vascongadas.

Los carlistas tenían, como única ventaja, el conocimiento del terreno, lo que les permitía las emboscadas, la guerra de guerrillas y los golpes de mano; porque el arraigo de las ideas tradicionalistas del absolutismo en las zonas rurales iba declinando por la pesada carga económica que suponía el mantenimiento de las tropas. Por todo lo cual el deseo de paz iba calando en la población.

Don Carlos Mª Isidro nombró a Rafael Maroto general de la región del Norte en sustitución de Guergué. Maroto era un militar de carrera, veterano de las guerras independentistas americanas, como su oponente Espartero, y su fuerza residía en la capacidad de arengar a sus tropas.

Por otra parte, odiaba a la camarilla clerical de D. Carlos, al igual que muchos combatientes y la gente decente. Pronto se vio envuelto en una lucha a vida o muerte con una corte que había de tildarle de traidor a la Causa del carlismo.

Maroto destituyó a Tejeiro, jefe de los absolutistas clericales, lo que trajo una guerra civil interna. En febrero de 1839 la crisis latente se convirtió en contienda sangrienta. Maroto mandó fusilar a seis de sus enemigos militares, aliados de Tejeiro y de la facción más absolutista de la corte. Tejeiro y los apostólicos tuvieron que exiliarse.

La lucha interna fue tan intensa que se decía que Maroto había envejecido 10 años en dos días. Y para evitar la venganza de los “apostólicos”, apoyados por Cabrera desde Aragón, Maroto tuvo que elegir entre ser fusilado por su propio bando o pactar con sus enemigos.

Espartero iba penetrando en territorio carlista en una carrera triunfal y el anhelo de paz por el hartazgo de la guerra, iba calando en los vascos, siempre que se respetaran los fueros.

Las negociaciones de paz fueron lentas y complicadas y se llevaron con el mayor sigilo. La posición militar de Maroto era cada vez más difícil; porque el Quinto Batallón navarro se rebeló contra el acuerdo de paz y D. Carlos Mª Isidro hizo un último intento de arengar a las tropas.

Por fin el 29 de agosto, Maroto abandonó todos los intentos de salvar los derechos dinásticos de D. Carlos y firmó en Convenio de Vergara, que puso fin a la guerra y reconocía a Isabel como legítima reina.

El Convenio ponía a salvo los fueros de las provincias y los grados de los militares carlistas.

Resistió Navarra, pero Espartero puso en fuga a los restos del ejército carlista en Urdax.

Hasta aquí la parte histórica del episodio. Veamos la parte ficcional.

La villa de Vergara (Guipúzcoa), capital del Alto Deva, que da nombre al episodio, es el lugar donde se produce el abrazo de Espartero y Maroto, que pone fin a la primera guerra carlista, el 31 de agosto de 1839. Dos días antes habían firmado el Convenio en Oñate, que llevaría al abrazo ecuestre de los dos generales con las tropas formadas de ambos ejércitos en una campa de Vergara.

Estos deseos de paz ya los había anunciado don Beltrán de Urdaneta, gran conspirador, en su última carta a F. Calpena: “en la presente guerra no hay más que un tejer y un destejer continuo, y un tomar y dejar territorios. Cruel sangría derrama la vida de la patria (…) y si no se la cierra pronto, las venas no contendrán más que miseria y podredumbre” (p. 66).

Don Beltrán también apunta, ante tanto desvarío, una salida regeneracionista por el trabajo y la agricultura:

Cuando la realeza falla, cuando la milicia es impotente, inepto el cleriguicidio, incapaz la aristocracia, veamos, hombre, veamos si aparece algo grande y fuerte en medio del surco de la tierra, allí por donde anda la reja del arado. (p. 62)

Así pues estamos ante una novela histórica con ingredientes ficcionales, donde como en episodios anteriores involucra a los personajes de ficción en hechos reales: Fernando Calpena interviene activamente en la consecución del convenio de Vergara.

A este respecto Clarín dice: “El lector menos avisado (…) sigue la lectura con el clásico afán de saber en qué parará aquello. Se sane en qué paró, pero no cómo; a lo menos no como el autor nos va a servir los pormenores estéticos de las escenas históricas”13.

De este modo, además de la trama principal histórica, ya conocida desde el título como señala Clarín, se narran otras subtramas ficcionales coadyuvantes de la trama principal.

Así tenemos una primera subtrama que es la resolución del triángulo amoroso: Zoilo-Aura-Calpena.

Hay una segunda subtrama que es la búsqueda de Zolilo Arratia por su padre D. Sabino y la última subtrama sería la relación materno-filial entre F. Calpena y su madre doña Pilar de Loaysa, condesa de Arista.

Y como elementos coadyuvantes a la resolución de esta 1ª subtrama tendríamos a Martín Echaide y su cuadrilla de arrieros, en especial F. Calpena y don Eustaquio de la Pertusa como colaborador ocasional.

Elementos coadyuvantes de la segunda subtrama: D. Sabino Arratia, “las niñas de Morentín” y sobre todo F. Calpena, que es quien logra de Maroto la orden de excarcelar a Zoilo Arratia.

Elementos coadyuvantes de la tercera subtrama: las cartas de Calpena a su madre y la intervención de Espartero, que facilita el encuentro de Calpena con doña Pilar de Loaysa, su madre.

Si en la trama principal se produce el famoso abrazo de Vergara, abrazo de paz sincera por el momento. Pues en el resto de las subtramas se van produciendo abrazos paralelos entre Zoilo Arratia y F. Calpena, que pone fin a la rivalidad ente ambos.

El abrazo paterno filial entre D. Sabino Arratia y su hijo Zoilo, cuando es excarcelado, que supone para ambos la paz histórica y familiar.

El abrazo de Zoilo Arratia y Aura, su mujer, ya curada de su desvarío y con su retoño.

El abrazo de doña Pilar y F. Calpena supone un impulso a resolver la subtrama del triángulo amoroso y sobre todo la contribución a la firma de la paz.

Y habría un último abrazo desilusionado entre Santiago Ibero y F. Calpena, que no creen que la paz sea duradera



BIBLIOGRAFÍA:

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ARENCIBIA, Yolanda (ed.), Zumalacárregui, Publicaciones del Cabildo Insular de Gan Canaria, Las Palamas, 1990.

AVALLE ARCE, Juan B., >>Zumalacárregui<<, en Cuadernos Hispanoamericanos, 250-252, Madrid, 1971.

BACHILLER CORCHUELO, >>Benito Pérez Galdós y su obra<<, en Por esos mundos, julio, 1910.

BONET, Laureano, Galdós. Ensayos de crítica literaria, Editorial Península, Barcelona, 1972.

CARDONA, Adolfo, >>Apostillas a los Episodios Nacionales de B.P.G. de Hans Hinterhauser<<, en Anales Galdosianos, III, 1968.

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PÉREZ GALDÓS, Benito, Zumalcárregui, Establecimiento Tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello, Madrid, 1900.

  • Memorias de un desmemoriado, Visor Libros/Comunidad de Madrid, 2004
  • Un faccioso más y algunos frailes menos, Alianza Editorial, Madrid, 2005.
  • Vergara, Establecimiento Tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello, Madrid,1899 (1ª edición).

PENAS VARELA, Ermitas, La tercera serie de los EE. NN. de Benito Pérez Galdós, Edit Academia del Hispanismo, Vigo (Pontevedra), 2013.

TRONCOSO Dolores, Episodios NN. Tercera Serie. Cristinos y carlistas, Destino, Barcelona, 2007.

Madrid, 21 de mayo de 2017

Anastasio Serrano





                                                    
                                                   Mª Cristina de Borbón, Regente



                                                              Isabel II
                                                                  
















1 . Pérez Galdós, Benito, Memorias de un desmemoriado, Visor Libros/Comunidad de Madrid, Madrid, 2004, p. 34. José Luis Alvareda fue político, periodista, vicepresidente de las Cortes y Ministro. También fue personaje en el episodio Amadeo I

2 . Pérez Galdós, Benito, >>Observaciones sobre la novela contemporánea en España<<, en Galdós. Ensayos de crítica literaria de Laureano Bonet, Península , Barcelona, 1972, p. 74

3 . Bachiller Corchuelo: >>Benito Pérez Galdós. Confesiones de su vida y de su obra<<, en Por esos mundos, julio, 1910

4 . Hinterhauser, Hans, Los Episodios nacionales de B.P.G., Editorial Gredos, BRH, Madrid, 1963, p. 229

5 . Gullón, Ricardo >>La historia como materia novelable<<, en Anales Galdosianos V, 1970, p. 23

6 . Pérez Galdós, Benito, Un faccioso más y algunos frailes menos, Alianza Editorial, Madrid, 2005. pp. 242-243

7 . Pérez Galdós, Benito, Zumalacárregui, Establecimiento Tipográfico de la VIUDA E HIJOS DE TELLO, C) San Francisco, 4, Madrid, 1900, 2000 ejemplares. Todas las citas textuales serán de esta edición, indicando el capítulo y la página, p. 5

8 . OP. Cit. Memorias de un desmemoriado, p. 104

9 . Montesinos, José F., Estudios sobre la novela española del siglo XIX. Galdós III, Editorial Castalia, Madrid, 1972, p. 16

10 . Pérez Galdós, Memorias, O. Cit. pp. 105-106

11.- Pérez Galdós, Benito, Vergara, Establecimiento tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello, Madrid, 1899 (1ª edición). Ejemplar de lectura y notas textuales. p. 2

12.- O. Cit. Vergara, p. 68

13.- Alas, Leopoldo (Clarín), Ensayos sobre Galdós, Taurus , Madrid, 2001 (p. 284)